El viaje a Rusia como un local no hubiese sido posible sin el crack de mi amigo Andrian; él es de Moldavia y parte de su familia vive en Rusia, motivo por el que surgió la idea de ir a pasar unos días allí.
Después de ver San Petersburgo en dos días y de ganar 450€ con el retraso del vuelo, cogimos el tren cama nocturno de San Petersburgo a Moscú en el que pagamos algo más de 20€ al cambio.
Sobre las 5 de la mañana llegamos hechos polvo a Moscú, y sólo teníamos ganas de dormir. Pero nada más lejos de la realidad; el tío de Andrian nos esperaba en la estación junto a otro amigo suyo para llevarnos a casa e invitarnos a desayunar. No teníamos hambre, pero ¿cómo faltar al respeto a quien nos viene a buscar a la estación…?
El trascurso de la mañana fue una bizarrada “in crechendo”; nada más llegar nos abrió la puerta la tía de Andrian, la típica rusa ancha de caderas y súper peculiar. La casa era también la típica horterada rusa compuesta de colores no complementarios, paredes con estampados florales y sábanas de leopardo: más auténtico im-po-si-ble.
Aunque para auténtico… el momento de entrar a la cocina y ver una mesa con (no exagero) más de 20 platos diferentes que tendríamos que hincarnos junto a la botella de litro de vozca y la de 2 litros de vino moldavo.
Nos sentamos reacios, cansados y sin hambre para “forzarnos” a desayunar (a pesar de que había más comida que en mi casa el día de nochebuena), pero lo que en un principio nos daba pereza se fue disipando a medida que el tío de Andrian levantaba la copa y soltaba un “Nasdarrobiek” (salud en ruso) para que brindásemos y nos bebiésemos otro chupito de vodka. Ahí podíamos presumir de estar viviendo Rusia como un local.
La situación se fue tanto de las manos que bebíamos vino para paliar el sabor del vodka y acabamos con un pedo de cojones partiéndonos la caja con los tíos de Andrian. Una auténtica maravilla que terminó a mediodía cuando el tío de Andrian nos llevó al hostel donde nos quedaríamos esos días y donde, lógicamente, caímos rendidos.
Nos despertamos por la tarde noche con resaca y bastante desorientados, pero teníamos que ver Moscú, así que nos desperezamos y nos pusimos a ello. Puedes leer todo lo que ver en Moscú en este post, aquí seguiré contando la segunda experiencia con la “otra familia” de Andrian.
Y esa segunda parte sucedió la segunda noche en Moscú, la “nochebuena rusa” que pasamos en la casa de la familia de la tía (esta vez por parte materna) de Andrian.
Después del primer contacto con su familia nos esperábamos cualquier cosa, y no fue para menos; esta vez estaban los tíos y las primas (que tenían nuestra edad) lo que le dio un plus al asunto.
Nada más llegar nos esperaba una mesa puesta, como no, al más estilo ruso; un mantel con estampado floral, un montón de comida local y copas y chupitos para cada comensal. De nuevo el vino moldavo y el vodka fueron protagonistas en la cena, y no recuerdo bien, pero diría que entre los diez que éramos, nos bebimos un par de botellas de vodka y tres o cuatro de vino moldavo.
Si hay que destacar algo de la cena es a Andrian traduciendo español-inglés-moldavo-ruso y la decadencia de las traducciones a medida que iba bebiendo vino… un auténtico descojone. Lo pasamos genial, y después de cenar volvimos al hostel continuando nuestra propia fiesta y perdiéndonos, cerveza en mano, por las líneas de metro de Moscú
¡Qué suerte tener amigos de otros países y qué ganas de volver!
